NOCHES DE AIRE
ORIGINAL DE SILVIA G. SANTANA
ORIGINAL DE SILVIA G. SANTANA
Te vi desaparecer bajo la tormenta y nada más que giré lo supe. No volvería a verte. Se reafirmó, a su vez en ello, el microcosmo.
Cual un escape de gas, la brisa se iba incorporando al ambiente. Las papeleras tintineaban generando una música especial y el viento tiraba de mi gabardina. Quería llevarse mi sombrero y yo lo sostenía deseando que se llevara más bien mis recuerdos.
Rumbo a la barra de cualquier bar con nebulosa de humo entre sus paredes, pensaba en una solución.
¿Qué podría hacer para desandar los errores cometidos, los caminos demasiado estrechos, las pocas sonrisas dadas?
Estelas de espuma de cerveza no me daban la respuesta y entonces miré el resto de los compañeros en aquel bar y en una pequeña mesa azul había una pareja.
Ella miraba al chico, le tocaba la mano y le contaba una historia , probablemente una batalla diaria, pero él sin embargo asentía mirando a la televisión y acariciandole con instinto paternal su mano.
Algo me revolvió el pecho y encendió mis pupilas . ¿Cuántas veces había reproducido el mismo esa escena? Palabras quemándose como cenizas de un cigarro sin ser recogidas una y otra vez. ¿Y qué solución podría haber ahora?
Cabizbajo se dio la vuelta en su taburete, tomó un trago de la espesa cerveza y salió a la calle. El viento revolucionario susurró palabras al oído.
¿Rejuvenecerá el alma?
MARCO ANTONIO
Te vi desaparecer bajo la tormenta, ahora eras parte del microcosmo. Nada más me di la vuelta y tuve la premonición de que no volvería a verte.
Me pareció que todo aquello formaba parte de una pintura de Van gogh. La tormenta, el viento tirando de mi gabardina, las papeleras rodando por las calles y yo agarrado a mi sombrero deseando olvidarme de que acababas de pasar por mi vida. Sí, era como una pintura y no había manera de borrar los recuerdos.
La garganta seca me quemaba hasta las entrañas. Busqué una taberna donde aliviar mis frustraciones, necesitaba una cerveza que ahogara mis penas entre su amarga espuma. Sabía que la culpa era compartida, yo también cometí errores. ¿Pero que iba a hacer? Ya era tarde. No podía desandar los errores cometidos, ni tampoco gustaba de las respuestas que golpeaban mis sienes. Esto de amar, era un camino estrecho donde nunca hubo suficiente espacio para amar y sonreír al mismo tiempo.
Abarqué con la mirada todo lo que pude ver. Mis ojos se detuvieron en la mesa azul donde una pareja vivía en su otro mundo. Ella lo miraba, acariciando sus manos mientras su boca dibujaba una conversación que delataba complicidad, Él, correspondía a sus caricias con un instinto casi paternal. Cuantas veces me vi. en esa escena con las palabras quemándome como si fueran cenizas incandescente que se apagarían con el tiempo.
Con el último sorbo, desmonté el taburete y escapé del lugar. El viento me forzó a cerrar los ojos mientras vociferaba en mis oídos: ¿Rejuvenecerá el alma?
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